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Ella

Me niego a utilizar toda esta ira y reflexión en siete personas llenas de salvajismo, ignorancia y soberbia. Estas palabras se las quiero dedicar a ella, a la niña que representa todo lo lindo que existe en este país.


Sí, todos somos valientes en redes sociales, cuando pasa un horror como estos. Creemos que compartiendo una imagen en redes sociales o escribiendo una carta como la que leerán a continuación, estamos haciendo suficiente. Yo soy la primera en aceptar que no. No es suficiente.


Pues este tipo de cosas pasan porque como sociedad, no hemos aprendido a valorar, aceptar y respetar lo nuestro. Todo aquello que ella representa, todo lo que fue violentado, al violentarla a ella. Y que hoy en día, así como ella, está luchando por su estabilidad.


Sin embargo, seguimos creyendo que es culpa de ella, de su mamá, de su comunidad o de lo que sea, menos de los violadores. Es absurdo que hoy en día sigamos echándole la culpa a la víctima de estos crímenes. Ya comenzaron a rondar cadenas de Whatsapp en donde se trata de invalidar el crimen, por razones y argumentos sin sentido. Tristemente muchas personas, desde los menos informados hasta personas brillantes, privilegiadas y letradas, comparten estas cadenas sin siquiera revisar la fuente, o ponerle un poco de sentido común. Este entre muchos otros ejemplos que dan claridad de la forma a la que respondemos como sociedad a un acto tan atroz como el que cometieron algunos miembros de la fuerza pública, con una niña perteneciente a la comunidad Embera-Chamí.


Ella es una niña que nos representa a todas las mujeres, y que nos debería doler a todos.

Es aquí donde debemos hablar de la equidad de género, y de las brechas que aún existen. La sociedad colombiana en su totalidad debería estar involucrada, y luchar para que cada vez más, esas brechas sean menores.


Ustedes señores, son una parte activa, muy importante de la sociedad. Y es necesario que ustedes se unan a este proceso de reducción de brechas entre los géneros. Hombres de izquierda y derecha. Homosexuales y heterosexuales. Baby Boomers, generación X, generación Y, generación Z. Carnívoros y Veganos. Cisgénero, queer y trans. Todos y de todas las orillas. Deben involucrarse en este proceso y promover la equidad de género. Pues esas brechas que posiblemente hoy no ven, representadas en comportamientos, ideas, actitudes y “normas” establecidas, nos están haciendo daño a hombres y mujeres por igual. Y permiten que actos como estos sigan sucediendo.


Ahora, nosotras mismas también los hemos permitido. Pues nos opacamos, nos maltratamos y permitimos que lo hagan a otras mujeres que por cualquier motivo no las consideramos “iguales” a nosotras. Nos criticamos. Hablamos a las espaldas unas de las otras. Nos hacemos zancadilla constantemente. Pues nos enseñaron que teníamos que competir, que una mujer que está a mi lado no puede ser más bonita, inteligente, talentosa, exitosa que yo. Entre muchas otras creencias, sin sentido. Y por eso es que nos echamos tierra sin entender que en la medida que una de nosotras es maltratada, todas somos maltratadas, y así mismo, en la medida en que una de nosotras brilla, todas brillamos.


Así como ella, estamos llenas de magia. Con nuestra sabiduría interior y nuestra intuición, vemos y sentimos lo que ellos no pueden ver y sentir. Amamos profundamente. Somos conciliadoras. Sacamos adelante familias que, como la mamá de ella, está sacando adelante cinco hijos. Llenamos de arte, belleza y compasión este país.


Sabemos que no hay nada más liberador que una tarde entre amigas. Que no hay nada más reconfortante que una conversación con nuestra mamá. O que no hay nada más energizante que las palabras de reconocimiento de una hermana.


Si nosotras nos amamos, nos acompañamos, nos defendemos, nos apoyamos, nos aceptamos y nos respetamos en medio de nuestras diferencias, vamos a brillar. En esa medida, vamos a potencializar todas esas características que nos hacen únicas y que con seguridad le darán equilibrio y sensatez a la sociedad en la que hoy en día vivimos.


En una sociedad más equilibrada, consciente y sensata, niñas como ella vivirán en comunidades en donde las mujeres se apoyan, se quieren y se cuidan entre sí.


Ella también representa a todas las comunidades indígenas. Primeros habitantes de esta hermosa tierra. Quienes fueron explotados, esclavizados y sometidos desde el momento en que colonizaron su territorio. Y así como dice una de las mujeres que más admiro, Diana Uribe: “Hace mucho nos independizamos, pero no nos hemos descolonizado”.


Seguimos viviendo en una sociedad que mantiene las jerarquías que nos impusieron hace muchos años. Seguimos aceptando el término “indio” como un término peyorativo. Seguimos esclavizando y sometiendo a las comunidades indígenas a través de la falta de oportunidades, pobreza y vulnerabilidad. Irrespetamos sus territorios, su cultura y sus creencias. Y por ende su gente. Ellos, las comunidades indígenas, en su inmensa sabiduría siguen ahí, protegiendo la riqueza y biodiversidad que aún tenemos. Aman los ríos, los animales, las plantas, la tierra, el aire y en general toda la naturaleza, la cual habitan y respetan. Pues reconocen que sin ella no podríamos existir, ni ellos, ni nosotros, a los que ellos llaman cariñosamente “hermanos menores”.


Mientras tanto, nosotros seguimos consumiendo y explotando los recursos naturales de este territorio, como si en algún momento pudiéramos botarlo a la basura, y comprar uno nuevo. Tanta parafernalia de la ONU y discursos vacíos del Presidente, acerca de los objetivos de desarrollo sostenible, en vez de buscar herramientas y recursos para aprender de esas comunidades indígenas acerca del respeto y cuidado a la naturaleza.


Cuando dejemos de ver a las comunidades indígenas, como ciudadanos de segunda categoría.

Cuando respetemos sus creencias, su sabiduría, sus conocimientos, su espiritualidad y sus territorios. Cuando aprendamos de ellos y les entreguemos nuestra mente abierta a todo lo que nos pueden enseñar, acerca del cuidado de la tierra.

En ese momento viviremos en una sociedad mucho más diversa, sabia, respetuosa, abundante y empática.


En una sociedad que acepta la diversidad y que entiende que en la diversidad no existen jerarquías. No pasan este tipo de actos. Y no solo ella, sino todas las niñas de esta y otras comunidades, serán respetadas, amadas y aceptadas como cualquier otra niña que habita en Colombia.


Ella también representa el mundo del arte y la artesanía. Tan abundante y lleno de belleza. Que tenemos en este país. Mientras hacemos filas en centros comerciales, comprando baratijas, que no duran más de dos fiestas. No apoyamos, ni valoramos las obras de arte que hacen los artesanos de nuestros departamentos.


La comunidad indígena a la que ella pertenece. La comunidad Emberá-Chamí. Teje piezas como collares y pulseras entre otros accesorios. Dignos de exposición, y que podrían ser considerados obras de arte. Pues son piezas únicas, hechas a mano, con una técnica propia de esta comunidad. Por mencionar uno de tantos hermosos ejemplos de artesanías que tenemos.


Mientras nosotros nos extasiamos, escuchando música de Bruno Mars y de Beyonce. Nuestra música autóctona está desapareciendo. Todos esos instrumentos que imitan el silbido de las aves, o los latidos del corazón, que nos hacían bailar y regocijar, están quedando sin quien los escuche.


Por último, y no menos importante. Ella representa una de las tierras más lindas de Colombia: Risaralda. Un departamento lleno de lugares mágicos. Hogar de centenares de especies de animales y plantas que hacen de Colombia uno de los países más ricos en biodiversidad del mundo. Y sin siquiera conocer lo que tenemos en Colombia, soñamos con ir a conocer los elefantes de Tailandia, los leones en el África y los bisontes de Estados Unidos.


En la medida en que valoremos la riqueza cultural, artística y territorial que tenemos. Vamos a conservar estas técnicas, ritmos, instrumentos, especies y costumbres que pueden hacernos brillar en el mundo entero. Además de crear modelos económicos que saquen de la pobreza y vulnerabilidad a los artesanos y guardabosques de este país.


En el momento en que estas comunidades de artesanos y guardabosques estén seguras, tranquilas y confiadas en la sociedad a la que pertenecen. Sus obras de arte y territorios serán valorados, no solo por nosotros los colombianos, sino también por el resto del mundo. Y es en ese estado de tranquilidad, confianza y seguridad en donde niñas y niños de estas comunidades crecerán en un país orgulloso de su cultura. Que les entrega los recursos económicos, sociales y emocionales para lograr ser y hacer todo lo que ellos quieran.


Estos sentimientos se los dedico a todo eso que es maltratado y golpeado cuando algo así nos ocurre.

Este acto es un golpe a todas las mujeres y niñas.

Este acto es un golpe a todas las comunidades indígenas.

Este acto es un golpe al arte, la cultura y música de este país.

Este acto es un golpe a todos los habitantes de Risaralda.

Este acto es un golpe a todo lo lindo que tenemos en Colombia.


Un golpe a todo eso que ella representa, y que hoy nos duele a todos. Pero que desgraciadamente es consecuencia de una sociedad que le quita valor a todo lo propio, lo natural, lo femenino, lo autóctono, lo indígena y lo ancestral.


Es consecuencia de una sociedad que menosprecia, apaga, reduce e ignora lo que tenemos dentro, con nuestros actos del día a día. Y en la medida que esto siga pasando, vamos a seguir viendo reflejados nuestros actos, actitudes y sentimientos, en hechos de violencia como los que lamentablemente estamos viendo hoy.

 
 
 

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