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A Cagliari

Cagliari querida, venga le cuento cómo la falta de sentido común me llevó a conocerla.


–¿Ya tienes planes para este fin de semana?


– Mmmm, no.


–Te tengo “El Plan”. Nos vamos a Cerdeña. Los pasajes están en cuarenta euros ida y regreso.


- Vamos.


- ¡Listo! comprados.


- Perfecto. ¿A qué hora sale el vuelo?


- Viernes. Diez de la mañana.


- Ok, en ese caso tenemos que estar en Santa María Novella a las siete – Me miró con ojos inquisitivos.


- Fresca, yo madrugo.


Nos reímos. Para las dos era claro que a mi no me funcionaba eso de correr hasta la estación en donde tomábamos el tren que nos llevaba hasta el aeropuerto en Pisa.


¿Por qué salíamos desde Pisa?


Pues claramente, porque nuestro presupuesto de estudiante solo nos daba pa´los vuelos de bajo costo que salían desde esa ciudad.


El jueves por la noche empaqué maleta, muy emocionada por nuestro primer paseo a la playa. Obviamente, empaqué lo que todo Colombiano, que va a playa, empaca. Toalla.

Tres vestidos de baño, uno para cada día. Dos shorts. Cinco blusas ligeras, dos extra para después de bañarse en el mar. Ropa interior. Cepillo de dientes. Y el bloqueador, pensé, lo compramos allá. Maleta lista y despertador programado. Me iba a la playa la mañana siguiente.


Me desperté el viernes a las 5:30 am, muy juiciosa me bañé y arreglé justo a tiempo, para el momento en que Lore tocó la puerta, señal de que ya era hora de salir. Ahí inició nuestro viaje.


Hablamos de cualquier tema, caminando en esas plazas vacías a las 6:30 am. Pasamos por Piazza della Signoria, los artesanos ya estaban llegando con sus carretícas mientras otros ya estaban alistando su puesto bajo la lógia.


Mientras arrastrábamos nuestras maletas por esas calles medievales que aún conserva el centro de Florencia, miré a mano izquierda y al ver la oficina postal recordé las postales que tenía por enviarle a mi abuelito. ¡Agh mucha gueva! Las hubiera podido enviar de una vez.


Pasamos el Duomo, vacía la catedral y vacía la plaza. En el mes y medio que llevaba allí nunca había visto este lugar, así, de día. Y por fín llegamos a la estación de tren.


Nos subimos y nos sentamos muy tranquilas, cosa que no había pasado en nuestros viajes anteriores. Solamente, hasta llegar y vivir en Italia, experimenté el que es hasta el día de hoy, mi medio de transporte favorito. Cerraron las puertas y el tren se comenzó a mover. Estaba en el lado de la ventana para ver los paisajes que existían entre Florencia y Pisa, mientras Lore dormía a mi lado. Llegamos al aeropuerto, subimos al avión y despegó ese sueño y anhelo de visitar una isla italiana en el mediterraneo.


El avión aterrizó en el aeropuerto de Cagliari, y mi primer instinto fue quitarme la chaqueta, claramente, en Sardegna esa prenda me iba a sobrar. Me levanté de la silla, la chaqueta ya estaba colgada en mi brazo izquierdo, mientras halaba la manilla de la maleta con mi mano derecha. Veía que el resto de personas no se quitaban las chaquetas. Nadie llevaba sombrero o pinta de vacaciones playeras. Tan raro... seguro ya están acostumbrados... obvio, los pasajes les salen baratísimos, viajan todos los fines de semana, y ya tienen aquí, su ropa.


Abrieron las compuertas del avión y después de unos minutos llegue a la salida. Caminamos por la rampa cubierta y yo veía el cielo negro, oscuro, el sol por ningun lado. Paramos a comprar un café con un pan de chocolate para desayunar. Y salimos a conocerte.


Se abrieron las puertas automáticas del aeropuerto. Me cacheteo un viento helado. Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. A las carreras volví a ponerme la chaqueta, mientras me debatía mentalmente.

Pero...

¿Cómo así?

¿Qué es este frío tan espantoso?


Cuatro días antes, me estaba mirando al espejo y pensé frustrada:

¡Parezco una foto!

¡Todos los días me visto igual!


Seguía usando los mismos tenis, y la misma chaqueta, que supuestamente, solo iba a necesitar durante los primeros quince días en mi nuevo hogar. Sin embargo, ya estábamos en marzo, mes y medio después de mi llegada y yo seguía usando, todos los días, la misma pinta.


¡Y ya, no aguantaba un minuto más!

¡Había llegado a mi límite!

¡Chupar frío, definitivamente no es lo mío!

¡No puedo más con esta primavera, con cara de invierno!


Y fue así, como esta mujer de armas tomar, que me enseñó a ser mi mamá, decidió hacer algo al respecto. Argumentaba mentalmente:

Si tengo frío, solo tengo que ir a la playa ó tierra caliente.

Par de horas en carro o en avión. ¡Y listo! Se soluciona el problema.

Abrí el computador, www.ryanair.com.

Cagliari, cuarenta euros ida y regreso.

¡Perfecto!



 
 
 

2 comentarios


heviolethcastro
heviolethcastro
26 abr 2021

Me causa risa pensar que a muchos nos ha pasado exactamente lo mismo! En mi primer viaje al mar argentino, puedo decir que hasta empaque las mismas prendas q mencionas, con el agravante que ignore la sugerencia de empacar una chaqueta y un pantalón largo, no tenía lógica para mi!!... resultado, me re cagué de frío, así entendí, que el clima en éste país va con la estación y no con el lugar!! lo más importante aprendí a escuchar los consejos de los lugareños!! Disfruto un montón leer tus cartas, conocerte a través de ellas un placer!

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pbernal
pbernal
17 feb 2021

A Cagliari: Me reí mucho pues para los que vivimos en el trópico , cuando empezamos a ir a países donde hay estaciones, es un poco extraño disociar MAR Y CLIMA CÁLIDO. A mi también me paso algo similar.

Gracias por estimular recuerdos simpáticos y amables para muchos pues son "descubrimientos" que se presentan para fijar con la experiencia, que es la gran maestra.

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