top of page

Dejé de huirle a la soledad

Hola soledad. Así como en el bolero, hoy te saludo. Después de mucho darle vueltas a tu presencia en mi vida y sobre todo en esta cuarentena, que me ha dado el espacio propicio de introspección, acepto que te he evitado durante gran parte de mi vida adulta.

Sí, te he evitado, por más que me persigues en estos tiempos de pandemia. Nos hemos encontrado varias veces y te tengo que confesar que te tenía mucho miedo; es más, podría decir que aversión. No puedo decir que estoy sola, pues paso la cuarentena con mis papás. Tampoco puedo decir que he estado sola en mi vida, pues tengo amigos, amigas y familia que me quieren y acompañan. Tampoco sería justo decir que en el mundo del romance he estado sola; sin embargo, es en esta área de mi vida en donde te he sentido más cerca y donde más te esquivo.


Quiero que entiendas por qué lo hacía, y de dónde viene mi miedo. Siempre me vendieron una imagen negativa tuya. Déjame decirte que, en este mundo de consumismo y redes sociales, no tienes muy buena fama. Y cuando yo era pequeña, tampoco la tuviste. Muchas veces escuché: “Las personas malas, se quedan solas”. Como si tú, soledad, fueras una especie de castigo en cualquier aspecto de la vida de una persona, sobre todo en el de las relaciones de pareja. Siempre me vendieron la idea de que una mujer sola en este terreno era sospechosa, posiblemente “mala o insuficiente” en algún sentido, más aún si era bonita, agradable e inteligente.


Cuando era pequeña, todas las “malas” de las películas de Disney eran solteras, y ya cuando crecí las personas decían, “algo malo debe tener”, refiriéndose a las mujeres que después de cierta edad no tenían pareja. Por supuesto, nunca quise ser “esa mujer”. Te evadía, y mientras más me escondía, más cerca estabas. Me refugiaba en conversaciones de WhatsApp, en aplicaciones como Tinder, en personas que no me convenían y en dinámicas tóxicas, simplemente para no generar esas sospechas, para evitar ser “esa mujer”, de la cual se habla a sus espaldas; que grandes grupos de la sociedad consideran “fracasada” por el simple hecho de no tener un hombre al lado. Como si este hecho validara qué tanto valor tiene o no tiene esa mujer. Sí, yo sé que parece extraño, pero en ese contexto crecí y maduré.


¿Y sabes qué? Es muy doloroso para quienes estamos en ese estado de “soltería”. Es doloroso que una sociedad considere a una persona insuficiente, simplemente porque no tiene otra persona a su lado. Más doloroso aún, es que muchas compramos esa idea, y que muchas de nosotras, las “solteras”, nos sentimos avergonzadas. Sentimos que algo nos falta; que no somos suficiente; porque según esos estatutos sociales, que nos vendieron, y que lastimosamente algunas compramos, creemos que parte de nuestro valor está dictado por la atención y atracción que generemos en los hombres.


Y esto viene de muy atrás. Cuando era pequeña, era fanática de las películas de Disney, las amaba, y hoy las sigo amando. Sin embargo, las vi con un criterio muy inmaduro, y una capacidad de cuestionamiento muy poco desarrollada; desafortunadamente veía esas historias con el anhelo de que algún día seria como Bella, Ariel o Aurora, entre otras princesas que se caracterizaban por su belleza, armoniosa voz, suavidad, gentileza, completa y absoluta inocencia. Con un príncipe, que las protegía de todos los males del mundo. Tengo que decir que afortunadamente hoy en día las historias y personajes han cambiado, pero te cuento mi experiencia personal.


En mi niñez, esas películas tenían un final feliz. Y, ¿sabes cuál era? El final feliz era cuando la princesa se casaba con el príncipe, después de ser rescatada, salvada o protegida por él. Ahí terminaba la película, y simplemente me dejaban un “Fueron felices por siempre”.

Con el criterio que hoy tengo y que he ganado con la vida, me pregunto: ¿Cómo habrá sido la convivencia de Blanca Nieves con el príncipe azul, si no se conocían? Tal vez ella hubiese preferido quedarse con sus siete enanitos siendo ama de casa. O tal vez hubiera preferido ir a atender las labores de ese reino de su padre, que había quedado sin dirección gracias a la muerte de la Reina Malvada. También me hubiera encantado saber ¿Cómo le fue a la sirenita adaptándose a su nueva vida? Ahora con pies permanentes, lejos de su familia y viviendo en un mundo que no conocía. Quisiera entender, por otro lado, si de pronto, Bella hubiera preferido no ser secuestrada por su futuro príncipe en forma de bestia. Así supiese que después del secuestro, se iba a enamorar, y que esa bestia furiosa se iba a convertir en un príncipe guapísimo.


Por otro lado, esas películas también me presentaban personajes sombríos, malos y muy poderosos: Úrsula, Maléfica y la Reina Malvada. Mujeres adultas, solteras o viudas, y poco atractivas. Quienes, durante gran parte de la película, conseguían lo que se proponían; no necesitaban validación de nadie para conseguir sus objetivos, y tampoco necesitaban un defensor, protector o salvador.


Viéndolas en retrospectiva estos personajes me parecen mucho más chéveres. Es más, me identifico mucho más con su personalidad, actitudes y forma de ser; y si hoy en día alguien me pregunta, ellas se acercan mucho más a lo que quisiera ser: “cuando sea grande”. Pero, como me las mostraron como las malas de la película, siendo una niña claramente no las veía como un ejemplo a seguir. Además de recibir el mensaje de que esas actitudes y comportamientos tenían “castigos”, y siempre terminaban mal. Gracias a ese príncipe que llegaba a “salvar” a su hermosa princesa.


Suena tonto decirlo, querida soledad, pero increíblemente hasta ahora reflexiono acerca de esto. Hasta ahora, que me siento en capacidad de mirarte a la cara y hablar contigo. Hoy en día sé que la vida real no es como me la contaron en esas películas de Disney. Que casarse muchas veces no es un “final feliz”. Entiendo que afortunadamente tampoco es un final. He visto a mi alrededor que, en la mayoría de los casos, cuando una pareja de novios se casa sin darse el tiempo para conocerse; o en donde alguno de los dos deja su vida, amigos y familia atrás por este matrimonio; o que cualquiera de los dos acepta el maltrato y encierro con esperanzas de que esto en algún momento va a cambiar. Termina mal. El matrimonio generalmente termina con mucho dolor, rabia y desesperanza. En el peor de los casos, en donde el maltrato ha sido aceptado, desafortunadamente existe un “final NO feliz” de alguna de las dos vidas; en la mayoría de los casos es el final de la mujer de la pareja.

En cambio, vemos el ejemplo en la vida real de algunas mujeres que cumplen con las características de las “malas” de las películas de Disney. Mujeres que no cumplen con los estándares de belleza que nos impusieron; que no necesariamente se les podría considerar inocentes, de personalidad suave y gentiles. Y resultan siendo personas mucho más interesantes, exitosas e impactantes. Mujeres que no sacrifican sus valores, vida, amigos y familia por una pareja, por ese famoso y sobre valorado “Final feliz”.

Me encuentro con mujeres que se trazan objetivos y los cumplen. Que precisamente por desplegar esta cantidad de actitudes, contrarias al “deber ser de una mujer”, logran cambiar paradigmas, conceptos, imaginarios colectivos y estéticas socialmente aceptadas. Entregándonos a todas las mujeres espectros mucho más amplios y diversos de lo que puede ser considerada una mujer bonita, exitosa e inteligente. Entre muchos otros conceptos, como el valor que se le asigna a una mujer por su “estado sentimental”.

Y entonces, ¿Será que todo lo teníamos al revés? Hoy me pregunto frente a ti: ¿Será que no eres tan mala como te pintaron? ¿Será que mi valor no depende de que tan cerca o lejos me encuentre de esos estándares de belleza? ¿Será que si no genero tanta atención o atracción entre los hombres sigo siendo suficiente? ¿Será que no debería sentirme avergonzada por estar soltera a los treinta y dos años? ¿Será que el ser soltera, no tiene un significado diferente a ese: que simplemente no tengo pareja?


Ahora, volviendo a ti. Ahora sí, mi querida soledad. Porque ahora sí te quiero. En el contexto de una cuarentena de casi tres meses. Después de escuchar a esas Úrsulas y Maléficas de la vida real, que me han llevado a reflexionar acerca de mis creencias, conceptos, juicios hacia el mundo, pero, sobre todo, juicios hacia mí, te veo con otros ojos. Después de tenerte miedo durante tantos años; de evitarte a toda costa; de esconderme de ti buscando escondites afuera, tratando de llenar esos espacios en donde te sentía cerca. Hoy entiendo que eres un privilegio, como bien lo dice una de mis “Maléficas” favoritas, Vanesa Rosales. Entiendo que eres la puerta a ese mundo interior que no había querido explorar. Gracias a ti, soledad, me he conocido, me he cuestionado, me he aceptado y también he aprendido a amarme.


Hoy entiendo, que me das alas para volar en mi mundo interior inexplorado. Para reflexionar acerca de mis creencias. Para pensar acerca de lo que me genera dolor, incertidumbre y vergüenza. También acerca de todo aquello que amo, que me llena de alegría y que anhelo en mi vida. Durante este viaje, me doy cuenta de que eres mi única compañera y que, extrañamente, no me siento sola. No siento el vacío que muchas veces sentí, con un hombre sentado a mi lado; con un mensaje de texto; o con una llamada de esos personajes en los que busqué tantas veces alejarme de ti. Gracias a ti, y a esta cuarentena, sé que no hay mejor compañía que la de uno mismo, que no hay nada más gratificante que amarse, aceptarse y entenderse. Que tu presencia es un regalo, que por fin he logrado apreciar, gracias a estos días de pandemia.

 
 
 

1 comentario


mivargasv01
01 ene 1970

Yo descubrí que la soledad es mi mejor amiga, me costó lagrimas y putazos al aire, preguntándole a la vida porqué a mi? ... Pero así como tú también me di cuenta que no es tan mala, que me hizo re-descubrirme y me hizo amar cosas de mi que pensé odiar. Hoy esa soledad es mi amiga y mi confidente. ♥️♥️ Me encanto tu texto

Me gusta
bottom of page