Para qué una película si tengo mi vida para entretenerme.
- Andrea Sarmiento

- 25 jul 2020
- 4 Min. de lectura
Aquí. Al otro lado del mundo.
En la parte trasera de una moto.
Recostada en la espalda de un hombre espectacular, y viendo un atardecer lleno de colores.
Entiendo que ese cuento místico en donde muchas brujas afirman que uno escoge sus vivencias, efectivamente es real.
Pues pensando en retrospectiva. Con certeza yo sí elegí a mis historias de amor.
No puede haber alguien más “empeliculada” y cursi con este tema, que yo. Además que todas estas historias de amor fueron perfectas para lo que necesitaba vivir, aprender y entender en cada uno de los momentos en los que llegaron.
Y por esta tendencia mía a la distracción y a la curiosidad en exceso nunca un solo hombre me hubiese podido entregar la diversidad de experiencias y momentos de película que he vivido.
He pasado por momentos de comedia romántica. Clichés típicos de series de adolescentes. Escenas de cine europeo. Coincidencias que parecen escritas por el guionista más cursi de la historia. Y sí muchas veces la realidad, en mi vida, ha superado a las películas que tantas veces vi.
Hasta ahora entiendo que así como todo en mi vida, las cosas me llegan cuando deben llegar. Y si no he tenido una vida en pareja “estable” es porque necesitaba la inestabilidad para experimentar y vivir individualmente con todos estos hombres que han llegado a mi vida. Como si realmente hubiésemos hecho un pacto antes de conocernos para enseñarnos diferentes lecciones que fueron y son tan importantes; no solo en mi vida en pareja, si no en muchas otras áreas.
Es chistoso pensar en estos momentos que nunca se planearon pero que pareciera como si el universo confabulara para hacerlos realidad a pesar de lo irreales que pueden llegar a ser. Y con esto en mente y entendiendo que estas historias de amor no serian posibles sin ellos; les voy a hablar a esos hombres que han llenado mi vida de recuerdos con los que hoy en día puedo reírme de mi misma, recordar con nostalgia, asombrarme por las casualidades que ocurrieron o simplemente sonreír:
1. Conocernos dos semanas antes de que casualmente viajemos al mismo lugar, con el mismo itinerario, a los mismos monumentos, en las mismas fechas. Y que allá donde no teníamos cómo comunicarnos y a pesar de estar en lugares inmensos, con millones de personas, siempre terminábamos a menos de dos metros de distancia. Cuando ya entendimos que el destino nos estaba obligando a viajar juntos, nos dejamos llevar. Lección: Si algo esta destinado a pasar, pasará tarde o temprano, en circunstancias diferentes, pero pasará. (El destino no podía esperar que me viera la serie Dark para darme esta lección; no, tenia que ser contigo.)
2. Tener que esconderme en un baño a saltar de la emoción en un restaurante en Cartagena, porque extrañamente antes de conocerte ya tenia mariposas en el estomago como si mi cuerpo anticipara lo que iba a pasar y lo que sentiria por ti. Para luego encontrarme contigo. Un personaje que estuvo dispuesto a hacer el oso declamándome el único poema que se sabia frente a todas mis amigas y como si fuera poco, seguir las instrucciones de mi mejor amiga durante toda la noche solo para que yo aceptara almorzar contigo al siguiente día. Luego me diste la grata oportunidad de conocerte y disfrutarte durante un largo tiempo. Lección: Los grandes amores y las grandes lecciones no deben tener un final feliz. Precisamente por eso hay que disfrutarlos mientras duren, sin expectativas, sin condicionamientos y sin ataduras a lo que hubiera podido ser.
3. El primer encuentro más raro del mundo. Debido al contexto en el que estábamos nos tocó sentarnos a mirarnos a los ojos durante veinte minutos sin hablar. Momento que claramente yo trate de evitar a toda costa porque me intimidabas mucho por lo guapo que me parecías. Falle en mi intento, y así nos conocimos. Después de los veinte minutos más largos de mi vida, simplemente nos buscábamos con la mirada y ya cuando creíamos que no nos íbamos a volver a ver, me encontraste y me dijiste: Teníamos que conocernos. Para luego ayudarme a entender lo rara y chistosa que puedo llegar a ser cuando una persona me gusta en serio. Hoy me acuerdo de las excusas que saqué para hablarte y de las “tácticas” que use para llamar tu atención y puedo durar horas riéndome sola de mí misma y de mi rareza. Gracias al cielo nunca paso nada y la relación no prosperó porque tendrías mil cuentos para divertirte a costa mía y de lo nerviosa que me ponías. Lección: Es normal que el gusto por alguien me ponga nerviosa. Lo que no es normal es que permita que esos nervios me lleven a cambiar mi forma de actuar y pensar al punto de desconocerme.
4. Un “Crush” eterno en donde nunca pasaba nada a pesar de que para todo nuestro entorno era clarísimo que me gustabas. Nunca fui capaz de hacer nada. Hasta la noche de tu despedida, en la que gracias a una cómplice alcahueta logre llegar al sitio en el que estabas. A pesar del viaje y de sacar a mi amiga de las cobijas seguía sin ser capaz de hacer nada hasta que me diste “papaya” dándome un beso esquinado. Lo que dio pie a que nos diéramos un beso largo en medio de la pista de baile mientras todos nos miraban. No basto con un beso, los dos quisimos repetir. Gracias a esto por fin me di cuenta que el “crush” era mutuo pero muy tarde porque al otro día viajabas a un lugar del que nunca regresaste. Lección: El que piensa pierde. Y si alguien me gusta más me vale actuar pronto.
Estas entre algunas historias de amor que he vivido y que recuerdo con mucho cariño no solo por los momentos tan lindos que experimenté. También por las lecciones que me entregaron en el proceso.
Evidentemente son una pequeña muestra de la gran cantidad de lecciones que he aprendido durante mi vida y que aun me quedan por aprender. A las cuales agradezco inmensamente. Pues en este camino me voy dando cuenta que estuve demasiado enfocada en llegar a una meta, en un proceso donde lo realmente valioso es el camino para llegar a ella.








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