Trilogía a los hombres de mi vida: Parte 2
- Andrea Sarmiento

- 6 nov 2020
- 5 Min. de lectura
A los chicos malos.
Todos tenemos derecho a ser egoístas, pendejos, indiferentes, cobardes, mentirosos y soberbios. En la adolescencia. Después de los 30 años ya es un claro signo de estupidez.
Lo que me parece increíble es que todavía existan hombres de treinta y pico que, crean que esas actitudes son aceptables en una relación de pareja. Es más, es ingenuo pensar que una mujer adulta, mental y emocionalmente, va a aceptar cualquier actitud de adolescente en su pareja. Uno solo se aguanta a un adolescente en cuerpo de treintañero pa´ comérselo y sale.
Creen que con esas actitudes van a conseguir a una porrista que los alabe y se tire de tapete a sus pies. Pobrecitos quienes se quedaron en un eterno bachillerato. Cuando en realidad lo único que están haciendo es reafirmar ante muchas mujeres, para quienes es facilísimo leer a este tipo de personajillos, la poca seguridad que tienen. Lo corticos de mente que son. Y que lo poco que tienen de mundo interior son miedos e incoherencias.
Por más libros que supuestamente un hombre lea o lo bien hablado que puedan llegar a ser, encontrarnos con esos detalles en un hombre que no es capaz de enfrentar sus demonios y que recurre a mentiras, exageraciones u omisiones para conseguir lo que quieres es echarle salsa de chocolate finísima a un helado barato de esquina. Ese helado que se come con ansias y con afán. Que logra satisfacer momentáneamente pero, que sabe mal y cae aún peor. Que se expulsa con rabia y rencor. Y que deja el sentimiento de "nunca debí comerme esa cosa". Así lo siento cuando tengo en frente a un cobarde que lee mucho o tiene mucho dinero.
Al contrario de lo que muchos de ustedes creen. Las mujeres que hemos llegado a cierta madurez, que no depende de la edad, no buscamos una billetera repleta de billetes, unos abdominales firmes o un sin fin de títulos universitarios. No. Buscamos a un hombre a quien admirar. Que no necesariamente cumple con alguna de las anteriores. Así, como decía éste gran filósofo moderno al que amo profundamente, @Mossaicco y aquí lo parafraseo:
– "Si uno es insípido, hay que echarle encima algo para que tenga alguito de sabor. Un carro de lujo, un titulo rimbombante de una universidad ojalá del extranjero, unos brazos bien musculosos o por lo menos llenarse la boca de mentiras". – ¡De verdad síganlo es sabiduría pura y dura!
Y claro, como a estos "chicos malos" les vendieron que: por salir de un buen colegio, o porque estudiaron en el exterior, porque leen mucho, porque están llenos de plata, o porque son guapos pueden hacer lo que se les da la gana. Siguen viviendo en un mundo de adolescentes. Siguen creyendo que a todas, eso es lo que nos llama la atención. No puedo negar que hay muchas mujeres que se dejan llevar por eso. Yo fui una de esas. Me dejaba deslumbrar por los títulos, por la forma de hablar, por los lugares a los que me llevaron. ¿Y que aprendí?:
1. Que eso no hace mejor persona a nadie.
2. Que es mucho más valioso un hombre con la valentía de enfrentar sus miedos que un hombre con una cuenta llena de plata.
3. Que es mucho más fuerte un hombre que tiene la entereza de aceptar sus vulnerabilidades y temores, que un tipo con el six-pack marcado y una espalda de catálogo de proteínas en polvo.
4. Que es mucho más atractivo un hombre orgulloso de sus orígenes y, de lo que ha tenido que pasar por la vida para estar donde está. Sin miedo a mostrar de donde viene, qué quiere y para dónde va; que un "Mr. Pantalla" que anda hablando de sus contactos, sus amigos, carros, casas, apartamentos entre muchas otras cosas que supuestamente tiene. – Que en la mayoría de los casos le pertenecen a sus padres o tíos y se los apropia por falta de seguridad de mostrar lo que él realmente ha logrado–
5. Que es mucho más fácil enamorarse de un hombre sincero y claro que de un personaje lleno de títulos universitarios o con una biblioteca que va de pared a pared en su casa.
Cuando comencé a fijarme en otras cosas como:
- La forma en la que tratan a las personas y los animales sin importar de donde vienen o lo que tienen.
- La forma en la que hablan de sus familiares, compañeros de trabajo y amigos.
- Su capacidad de decir la verdad cueste lo que cueste.
- Su forma de apropiarse de lo que son. Aceptando sus oscuridades. Enfrentándolas y sobre todo poniéndolas sobre la mesa desde un principio de la relación.
Ahí encontré la delicia que es tener a un tipo honesto, valiente, humilde e inteligente al frente. A ellos sí que vale la pena ponerles esa salsita de chocolate. Hombres que son capaces de decir directo y sin rodeos – o mentiras– lo que quieren en su pareja y cuáles son sus deseos y expectativas. Hombres que saben escuchar, entender y poner en practica aquello que su pareja les dice, que le gusta o no le gusta. Y más importante aun, que son igualmente claros con sus acciones. – Pues son muchos los cobardes a los que se les llena la boca o los mensajes de texto de palabras bonitas y promesas que no son capaces de sostener con sus acciones o mirando a los ojos. –
Entre muchas otras lecturas que desde mi punto de vista solo son capaces de entender los hombres inteligentes y maduros. La pilera no esta en los títulos señores. No.
Está en tener la capacidad de leer este tipo de sutilezas.
Está en tener la capacidad de aprender de los errores.
Cosa que los chicos malos siguen sin entender a pesar de las caídas que siguen y seguirán teniendo. Así que, si usted señor todavía no es capaz de ser honesto con la persona que tiene al frente, de poco o nada le va a servir toda su verborrea.
Haber si con esto les queda un poco más claro:
A una mujer valiente no se le conquista a punta de cobardía.
A una mujer inteligente no se le conquista a punta de estupideces.
A una mujer honesta no se le conquista a punta de mentiras.
Como dicen por ahí, de todo hay en esta viña del señor. Así que vamos a ubicarnos:
Para los tontos, tontas. Y para los pilos, pilas. Y así todos quedamos contentos.
Personalmente me alegra haber pasado por ahí. Muchas hemos tenido el síndrome de "rehabilitar malandro". A unas nos dura más que a otras. Muchas hemos tenido relaciones de pareja con ustedes los "chicos malos". – Les fascina esa fantasía mental del tipo con chaqueta de cuero que rechaza a un montón de mujeres que caen una a una a sus pies. Que solo pasa en las películas gringas y en su cabeza, por supuesto – .
Lo que no saben es que, gracias a ustedes señores, la mayoría de las mujeres llegamos a un punto de saturación o sabiduría, diría yo, que es muy doloroso en su momento, pero que en retrospectiva es reconfortante. Ese punto en donde podemos darnos cuenta que detrás de su soberbia, indiferencia y falsa seguridad solamente existe un adolescente cobarde. Lleno de miedos y de complejos que no ha logrado superar. Un niño en cuerpo de grande que no logró madurar lo suficiente para enfrentarse a mujeres de su edad y que, necesita encontrar mujeres menores que se siguen comiendo el cuento. O mujeres adultas en edad, pero inmaduras emocionalmente.
Desde ese punto yo logré distinguir muy bien con quien quiero compartir solo mi cama, y con quién quiero compartir mucho más que eso. Esas delicias andantes para quienes viene la siguiente parte de esta trilogía.
Por ahora a ustedes, orgullosos chicos malos, no sé ni qué desearles. ¿Qué maduren tal vez? ¿Qué dejen la ingenuidad que verdad solo deja ver lo poco hombres que son?








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