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Trilogía a los hombres de mi vida: Parte 3

A los que dan ganas de comerse con cuchara chiquita


– ¡Ufff que delicia! – Muero lentamente de placer mientras pruebo la primera cucharada de mi postre de waffle con nutella y helado de almendras.


Pido que me traigan la cuchara de mango alargado y de cuenco pequeño. 

¿Por qué? 

Porque todo lo rico y placentero hay que comérselo con cuchara chiquita. Despacito. Sin afán. Prolongando el placer lo más que se pueda. 


En el caso del postre: disfrutando la textura crujiente del waffle. Saboreando la cremosidad de la crema de avellana. Sintiendo el contraste de temperaturas entre el waffle caliente y el helado frío. Disfrutando cada tono, cada aroma, cada textura. Bocado a bocado. 


Una cuchara chiquita, es el instrumento que me permite disfrutar algo de a poquitos. Algo que no quiero que se acabe. Y usando esta metáfora entre, el placer de tener un postre soñado y, el placer de tener un hombre soñado al frente, inicio la tercera carta a los hombres de mi vida. 


Esta va para esos hombres a los que he disfrutado. Hombres que son capaces de tener una buena conversación. Hombres que son claros y sinceros. Hombres que con sus actitudes y comportamientos me conquistaron y enamoraron todos los días que duró nuestra relación.


Hombres que, así como ese postre soñado, hay que disfrutar de a poquitos y prolongar el placer lo más que se pueda. Aquellos que logran que las mujeres queramos entender cada una de sus palabras y acciones. Quienes logran retener nuestra atención y tiempo lo que ellos quieren. Con quienes sentimos cada mirada y gesto mutuo hasta los huesos. Esos con los que se puede hablar de las cosas más superficiales y también de las más profundas. Aquellos que logran hacer que cada momento se saboreé segundo a segundo. A quienes queremos explorar, mirar, escuchar, sentir y degustar. En cada rincón y con cada caricia. Esos que generan admiración por su forma de relatar historias; hablar de sus amigos y de sus mejores momentos. Quienes son capaces de contar lo que quieren, lo que les duele y lo que los hace levantarse todos los días. Y que, en la cama superan a cualquiera, pues en esta área más vale tener cerebro que "tenerla bien grande". Tal y como me dijo alguna vez una amiga:


– No existe hombre inteligente que sea mal polvo. – Afirmación que he confirmado con los pilos y con los tontos. 


Inicialmente, por lo que nos hacen sentir por ellos. Pues como he dicho en cartas pasadas "hacer el amor" es mucho más rico que "tirar". Además porque son solo este tipo de hombres, los que se dan a la tarea de investigar, aprender y entender qué es lo que disfrutamos las mujeres. Más allá de creer que es simplemente un movimiento mecánico que solo requiere de una "herramienta grande y fuerte" y tener buen estado físico, cosa que es triste y sobre todo decepcionante cuando uno tiene que enfrentarse a ese modo de pensar en la cama. 


Esta carta va para esos que me enseñaron a amarme y a amarlos. A reconciliarme con mis errores y con los suyos. Esos que me enseñaron a entenderlos. A confiar en mí y en ellos. Y también me enseñaron a dejar ir, sin resentimientos, odios y venganzas. Porque estos hombres llegan bien, sientan bien y se recuerdan bien. Sin importar lo que la relación dure siempre dejan un "after taste" sabroso. Uno habla de los momentos con ellos desde la ternura, la diversión y la nostalgia de un momento que se vivió con intensidad y satisfacción.


¿Qué han tenido en común?:


Estos hombres sí que saben lo que me gusta.

Entienden que me encanta escuchar y sentir que les gusto enserio.

Saben que más allá de las palabras lo que realmente aprecio son sus acciones. 

Tienen claro que la admiración es fundamental para mi, una admiración mutua y que esté alineada con nuestros valores mutuos.


Hombres que tienen la tranquilidad y seguridad de tomarse el tiempo para conocer lo que me importa, lo que quiero y lo que me gusta. Hombres que no quieren nada de ya para ya.

Porque, así como yo, ellos también disfrutan el proceso. 


Hombres autónomos, que no dependen de nada ni de nadie para lograr lo que quieren. Pero que también saben cuándo deben dejar ir sus metas o sueños si estos les están impidiendo vivir el aquí y el ahora. 


Aquellos que no han necesitado aparentar nada. Hombres para quienes es grato habitar su cuerpo, su mente y su vida. Y que con sus acciones, forma de tratar a las personas y forma de hablar de los que les importa generan admiración entre quienes los rodean. Hombres que viven su vida como quieren vivirla y que en el proceso nos atraen a las mujeres que queremos vivir la vida como nos gusta.


Hombres inteligentes. 

Hombres honestos. 

Hombres fuertes. 

Hombres amorosos.

Hombres valientes. 


Aquellos que han tenido acceso a mi tiempo y mi atención. A mis miedos y alegrías. A mis pensamientos brillantes y estúpidos. A mis momentos divertidos y tristes. Y yo he tenido la fortuna de tener acceso los de ellos. Hombres que así como el postre soñado dan ganas de prolongar y realmente sentir, escuchar y apreciar. Esos con los que no tengo que fingir absolutamente nada, que logran sacar de mí: sentimientos, risas y comentarios sinceros. Esos a los que me da gusto complacer y consentir. Esos que saben cómo sacarme facilito de un mal mood. Esos a los que he disfrutado sonrisa a sonrisa. Y con los que espero seguir encontrándome en esta vida.

 
 
 

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