UN TIRO EN EL HOYO NUEVE
- Andrea Sarmiento

- 1 dic 2021
- 9 Min. de lectura
IRIARTE A♠ K♠
Julián sonríe. «¡Gracias Dios mío! Voy a poder recuperar el lote» pensó. «Ya con esta mano voy a la fija» se dijo y esperó a que Zapata hablara.
—Paso —dijo Zapata.
—¡Voy! Doblo la apuesta —respondió Julián.
—¿Querés seguir perdiendo? —preguntó Gómez.
—No mijo, voy a recuperar el lote que me acaba de quitar Ojeda.
—Querido Julián, pues lo recuperarás en plata, porque yo por diez mil pesos no voy —dijo Ojeda mientras botaba sus cartas en la mesa.
—Voy —dijo Zapata mientras igualaba la apuesta.
Era noche de juego en el club. Hacía más de diez años que Julián no jugaba póker. Su falta de práctica era evidente. Ya había perdido el lote en el que prometió construir la casa de su hermana. Pero nuevamente pensaba. Nuevamente estaba cuerdo. La adrenalina lo sacaba de ese duermevela que lo tenía desesperado. Por primera vez en semanas algo que no fuera Lucía ocupaba su mente.
—¿Cuánto es la apuesta de este juego? —preguntó Julián.
—Cinco mil pesos —respondió Gómez.
—Eh ave maría Gómez, con cinco mil pesos le pago la nómina de un mes a mis cuatro empleados y me sobra.
—Iriarte no va, demasiado juego pa´ el —dijo Gómez en voz alta. Miraba a Julián con cara de burla.
—¡Claro que voy Goméz! lo decía para que no se nos acabara la noche en dos jugadas —respondió Julián, también en voz alta, para que todos escucharan que a él no le quedaba grande nada.
—Bueno, arranquemos pues —dijo Ojeda.
A♥ K ♦ 5♥
Julián no podía ocultar su emoción. Miraba sus cartas, miraba los billetes sobre la mesa, le miraba la cara a los otros jugadores. Hacía cuentas mentales «El lote que perdí costaba cuarenta mil, solo me hacen falta diez mil para recuperarlo. Bueno, claro que Ojeda no me lo va a vender por el mismo precio que se lo ganó, ese huevón se gana por lo menos diez mil pesos, y tengo muy buena mano ¡Puedo apostar más! Es imposible que Zapata y Gómez tengan algo mejor. Tengo que apostar diez mil más para sacar lo del lote y comprárselo mañana mismo a Ojeda...»
Había treinta mil pesos sobre la mesa. El valor de una casa en Armenia. Un valor que los hombres más ricos de esta ciudad podían jugar una noche sin remordimiento
—Bueno señores muchas gracias por esta velada, yo me retiro —dijo Zapata, dejando sus cartas sobre la mesa.
—¡Yo vuelvo a doblar la apuesta! —dijo Julián mirando a Gómez a los ojos con una sonrisa mientras se secaba el sudor de la frente con su pañuelo.
Gómez no respondió a su mirada. Buscó la chequera, la llenó tranquilamente poniendo el documento sobre la mesa. Se tomó un sorbo de whisky y dejó sus cartas sobre la mesa.
Un día en medio de su duermevela en el que lo sumergió la partida de Lucía, Julián se encontró en una mesa del club almorzando. No pudo más consigo mismo. Ya Lucia se había ido. Ya no le había pedido matrimonio. Y ahora estaba buscando cualquier cosa que le quitara esa estúpida docilidad en la que estaba desde esa noche en la que lloró como un niño en el campo de golf. Seguía conversando consigo mismo mientras fingía escuchar a sus amigos. «¿Pero qué te pasa?... No te podes quedar como un pendejo dándole vueltas a una muchachita de diecisiete años que te acabó la vida... Ni que no hubiesen pasado otras, y así como las olvidaste, también a ella la olvidarás...» Por más que trataba de despertar, a punta de cachetadas mentales, ese pobre corazón no lograba irrigar la suficiente sangre a su cabeza. Su miseria era tal que ni siquiera podía contar los días que llevaba así. Desesperado por huir de ese despecho asfixiante buscó los ojos de su enemigo eterno, disque amigo desde niños, según la élite de Armenia.
—Ve Gómez, ¿Vos te seguís encontrando en las noches aquí con Zapata y Ojeda?
—Si, todos los jueves en el bar ¿Pero vos no dijiste pues que no volvías a jugar? —era un secreto a voces que una noche dos de los jóvenes más privilegiados de la ciudad se habían apuntado mutuamente un arma a la cabeza por un juego de mesa.
—¿Ahora Gómez me va a decir que hacer pues? —respondió irónico haciendo contacto visual con algunos de la mesa. Por primera vez, desde aquella noche del llanto, habían salido de su boca palabras con fuerza. Se sintió vivo de nuevo. Con rabia, desafiante, incoherente. ¡Pero vivo! Con ganas de pelear, pero con ganas de algo siquiera.
—Vení entonces. Pero no creo que seas capaz de apostar con nosotros —respondió Gómez al desafío con desdén y sonrisa burlona. Sabía que eso activaría a Julián.
—¿No soy capaz de qué? —dijo en voz alta. «Le doy en la jeta a este hijueputa» pensó, mientras se paraba de la mesa listo para mandar el primer puño.
—¡Ey!¿No te da pena Julián? No estás en cualquier cancha de fútbol pues —intervino uno de los de la mesa mientras miraba a su alrededor.
A♥ K ♦ 5♥ K♣️
—Vas Julián —dijo Zapata con cara de angustia. Para este momento todo el bar estaba alrededor de la mesa de juego de Iriarte y Gómez.
—Me quedo ahí —dijo Julián con la cara de victoria condescendiente, miraba a Gomez «el pobre perdedor que tenía enfrente» pensaba victorioso.
—Me doblo —dijo Gómez, poniendo las llaves de su casa sobre la mesa.
—Ve Gómez, ¡Vos no querés perder la casa de tu abuelita! No hagás eso.
Gómez no respondió. Lo miró a los ojos por primera vez en toda la noche. Se tomó un sorbo de whisky y bajó la mirada nuevamente.
—¡No mijo, no me venis a asustar aquí pues! —Julián hablaba con los hombres de su alrededor o solo, para este punto sabía que no recibiría respuesta de Gómez, aún así su honra y valentía no quedaría por el piso. Puso su llavero sobre la mesa.
Había rumores alrededor. Una de las dos familias más prósperas de la ciudad estaba por perder sus principales propiedades en un juego de póker. Faltaba una carta.
Ya Mauricio, hermano mayor de Lucía, se había pillado el coqueteo de este par. Sabía que algún juicio tenía que emitir. No estaba seguro aún. Él por ahora, se gozaba a su hermana viéndola torpe, nerviosa, tratando de disimular algo que cada vez se hacía más evidente. Y también, debía admitir que disfrutaba poner aún más nervioso a ese tal Julián.
En medio de cualquiera de esos tantísimos eventos del club, Mauricio se sintió especialmente alegre —Iriarte, vení te sentás con nosotros —gritó mientras se levantaba de la mesa buscando a Julián.
Julián estaba dichoso. Llegó casi levitando a sentarse con su futura familia. Hablaron de diferentes temas, había risas, desparpajo y, el sol que iluminaba el salón completo para Julián: Lucía.
—Vé papá ¿Y cuando es que te venís a Bogotá? —le preguntó Mauricio a su padre.
—Mijo, en dos meses, más o menos. Tengo que arreglar unos asuntos que quedaron pendientes de la alcaldía de Filandia —respondió el patriarca de la familia mientras recibía un whisky.
De pronto Mauricio se encontró con unos ojos asesinos, los de su hermana, inmediatamente entendió que Julián no sabía acerca de la partida de toda la familia Benavidez.
A♥ K ♦ 5♥ K♣️2♣️
«No hay forma de que Gómez tenga mejor juego que el mío. Con lo que me pague Gómez por la casa de su abuela recupero no solo lo del lote... ¡Ave maría Gracias! ¿Y si me voy a proponerle matrimonio a Lucía a Bogotá? Yo sé que es la mujer de mi vida, es que yo sé, y con esta plata tengo pa´ la luna de miel que ella quiera y voy a poder abrir la sede de Pereira...y comprar la finca con las caballerizas para los cuatro niños que vamos a tener… van a ser bellos» Estaba ansioso por destaparse y terminar este juego para salir a vivir su nueva vida con Lucía.
—Mirá quién está entrando —dijeron, Julián se volteó.
Al ver a Lucía; ese espectáculo, ángel, musa, belleza andante, ¡Eh Ave María cosa tan preciosa! que Armenia había tenido la dicha de recibir de Filandia; en el umbral de la puerta. Sintió cómo sus manos comenzaban a transpirar. Ese día él estaba estrenando sombrero y mancuernas, además, se había bañado en colonia.
La miró a los ojos suplicando su mirada de regreso, hasta que la intensidad de su llamado silente logró su objetivo. Ella suspiró al verlo sentado en la mesa con sus amigos. Él entendió el descanso de Lucía al verla soltar un suspiro de alivio mientras le decía «Ahí estás» con esa sonrisa tímida y pícara.
Julián no lograba entender si le gustaba o no a Lucía. A veces su indiferencia le hacía creer que no. Todas sus dudas eran aliviadas en el momento en que la orquesta tocaba el pasodoble de la feria de Manizales. Ya se había convertido en la canción de ellos dos. Ella solo aceptaba bailar esa pieza si era él quien la invitaba a bailar y él, por supuesto, nunca perdía esa oportunidad. Tanto así que ya tenía la costumbre de darle una propina al director de la orquesta en cuanto entraba al salón para que no pasara la noche sin que aquella canción sonara. También entrenó a sus amigos para que lo llamaran o interrumpieran, pasara lo que pasara, y estuviera donde estuviera, si sonaba un pasodoble, pues últimamente el único motivo por el que iba a los eventos del club era a bailar con Lucía.
Pasaron todos los eventos del año. La complicidad y gusto aumentaba. Julián ya estaba decidido. Le propondría matrimonio. Lucía era la mujer con la que quería pasar el resto de sus días y, sobre todo, el resto de sus noches. Era linda. Inteligente. Suspicaz. Lo ponía nervioso a propósito y tal osadía aumentaba esas ganas desesperadas de tenerla. Se obsesionó. Sabía que era solo ella, Lucía, la única capaz de completar esa vida perfecta que todos sus amigos decían que él, supuestamente, tenía.
IRIARTE A♠ K♠ GÓMEZ: A♦A♣️
Julián sintió un rayo que inició en la coronilla de su cabeza y terminó en su ingle. Gómez se tomó de un solo trago el whisky que le quedaba y se levantó triunfante con los brazos arriba. Julián no podía creerlo. «¡Gómez me hizo trampa!» pensaba rápidamente «tenía al hijueputa de Zapata repartiendo. ¡Claro! se pusieron de acuerdo para robarme todo» veía pasar todo en cámara lenta «sí, estos dos malparidos hicieron un complot para joderme»
Se levantó de su silla, sacó el revólver de su pantalón y lo apuntó a la frente de Gómez. Los gritos, carcajadas y rumores de todo el bar se apagaron al ver esa famosa escena repetirse doce años después, en el mismo bar, los mismos ricos a punto de matarse por un juego de mesa.
—¡Gómez, vos me estabas haciendo trampa!
—¿Ve Julián, qué está haciendo? —le dijo Zapata poniéndole la mano en la espalda.
—Vos te callás que también estás metido en esta huevonada —le gritó a Zapata ahora apuntandole a él.
—Mijo, no vale la pena que te volvás un asesino —escucho Julián. Nunca supo si fue una voz en su cabeza o algún viejo del bar.
Julián reaccionó. Bajó la pistola. Se le aguaron los ojos. Se abrió paso entre la multitud y salió por la puerta del bar hacia el campo de golf.
—¿Te vas de vacaciones a Bogotá? —le preguntó Julián a Lucia desenganchándola del rayo fulminante que apuntaba a su hermano, y que ya algo de daño había logrado hacer.
—No Julián. Nos vamos a vivir a Bogotá.
Julián sintió un dolor punzante en la garganta. Sí, definitivamente era un dolor el verraco. Trató de contener las lágrimas que estaban por salir. Lo logró. Alguien en la mesa entendió la situación y cambió rápidamente el tema para darles algo de aire a Mauricio, Lucía y sobre todo a Julián. Cuando todos dejaron de mirarlo se paró de la mesa y salió del salón.
UN TIRO EN EL HOYO NUEVE
Esa noche Julián se fue lejos, al campo de golf donde nadie lo veía o escuchaba. Le daba puños al piso. Se sentó en el hoyo nueve a llorar. No recordaba cuándo había sido la última vez que había llorado pero sintió como si todas las lágrimas que había contenido en su vida estuviesen saliendo allí. Estuvo allí una eternidad que terminó cuando lo llamó su amigo.
—¡Julián vení, que comenzaron a tocar el pasodoble ese que te gusta! —esa fue la primera de todas las noches en donde la canción La Feria de Manizales se quedó sin sus bailarines preferidos.
Julián volvió al hoyo nueve en automático —¡Jueputa! ¿Qué hice? ¡Perdí todo! El lote para mi hermana. Mi casa. El almacén. Perdí el hijueputa almacén. ¿Qué van a decir de mí? No voy a poder entrar al club otra vez. Y además ¡Ya lo perdí todo! En qué hijueputa momento se me ocurrió venir aquí a apostar la empresa que construyeron mi abuelo y mi papá en dos generaciones...la vine a perder con un malparido FULL en póker. ¿Y de qué vale todo eso si igual no tengo al amor de mi vida? Me acabé la vida en una noche. Si Lucía no se hubiera ido todo sería diferente. ¡Lucía, mi Lucía!
¡Un tiro! No hubo más rumores, carcajadas o gritos. Esa noche, en el club, un silencio lacerante se apoderó del hoyo nueve y de la sede.








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