top of page

The Bad Ay

Estoy sentada en mi escritorio revisando como cosa rara un documento de excel. 

T llega con cara de acelere.

— Do you have a minute? — no espera, ya que me interrumpió arranca a hablar —I was talking with X and they say that Y and the delivery date is Z. 

Es una mala noticia. 

— Ay jueputa — digo en voz alta mientras me recuesto en el espaldar de la silla.

— That´s the bad Ay. What’s going on? — escucho la voz de mi jefe. Esquivo las pantallas que nos separan y me encuentro con sus ojos preocupados. 

— What? — le pregunto riéndome, se me olvida el problema, no puedo creer que éste británico con el que llevo trabajando casi año y medio me esté diciendo eso. 

— Yes, you have different “Ays”. The short one —me imita diciendo un "Ay" corto y con voz aguda. — And the long one that you just said, that normally comes with a “puta” at the end. I know what that means and that is the “Bad Ay”. 

Yo no puedo parar de reírme por su imitación de mis Ays y lo que me acaba de decir. Él tampoco. T menos. Después de las risas el problema se alivianó bastante, le contamos a mi jefe y definimos cómo solucionarlo.

Claramente, este episodio se me quedó grabado, no solo me sorprende la capacidad de mi jefe para analizarme. Sí, normalmente nos sentamos al frente y para hablar tenemos que adivinar hacia qué lado de las pantallas nos vamos a encontrar, pero ese man vive ocupado. ¿En qué momento se ha puesto a analizar mis diferentes “Ays”? Además, ha logrado clasificarlos en su cabeza. Sí, vivo en Londres, trabajo con un equipo en donde nadie habla español; sin embargo, mi jefe me acaba de preguntar qué está pasando con base en mi reacción automática de decir “Ay jueputa”. La directora de operaciones globales se ríe cada vez que la saludo con un "¡Hola!" y me responde con su propio "Hola" y el novio de T, ahora le dice "espérate", a cada persona que lo interrumpe mientras habla. A pesar de que es inconsciente y ni me doy cuenta, en la oficina hablo más en español que en inglés. O bueno ni tan inconsciente porque muchas veces los uso de forma intencional. Entonces comienzo a recopilar todas las anécdotas que recuerdo de estos casi dos años viviendo en una ciudad que no habla mi lengua materna. No es solo un tema de palabras y expresiones verbales, también tiene mucho que ver con lenguajes no verbales. 

Estoy almorzando con un compañero de trabajo con el que ya estaba en contacto desde Colombia. Es mi segundo día de trabajo y, le digo que vayamos a almorzar para que me ayude a entender cuáles son los barrios en los que debería buscar casa. Pedimos. Abre Google Maps en su celular y comienza a mostrarme los diferentes lugares en los que debería buscar si quiero estar cerca a la oficina y cerca al río. Llega la comida, él guarda su celular y comenzamos a hablar mientras comemos. Él para de hablar.

—What does this —Levanta la mano, esconde todos los dedos, deja el índice parado y mueve para arriba y para abajo la última falange — mean?

—Means yes —le digo mientras me rio — is the opposite of "No" in hand language —hago el movimiento del índice de derecha a izquierda ejemplificando el "No" y posteriormente el de la primera falange del índice para arriba y para abajo, continuo — we use it a lot in Latinoamérica — digo con una seguridad absoluta. Después me doy cuenta de que yo soy la única que lo usa entre mis amigos Colombianos de aquí y concluyo que fue un gesto que adopté después de visitar a una prima en México donde este gesto sí es común.

— Why not just say it.

— Because you dont want to open you mouth when you are eating! —digo mientras abro la boca comiendo.

Me mira evidenciando mi incoherencia. Me rio, se ríe.

— I am just use to it —le digo para cerrar el tema. Meses después él me imita, y lo usa sin mucho sentido y solo conmigo, pero lo adopta también.

Estoy nerviosa, tengo una reunión superimportante con un cliente que, además, es jodidísimo. Estamos revisando una cifras en excel y me pide que vaya a una pestaña. Me voy para allá y continuo con la explicación. Me detiene. 

—Can I ask you something.

—Yes, of course — respondo cagada del susto creyendo que la cague con algún cálculo en las cifras que estamos viendo. 

—What does “listo” mean?

— Ah —respondo aliviada y con una sonrisa en la cara — Is like Ok, done, right, understood, ready — ya tengo un discurso porque al parecer lo digo demasiado en las reuniones y ya me han preguntado varias veces. 

—So is like the “vale” of the Spanish, right?

—Yes, that’s it —continuamos con la reunión. 

Constantemente les digo a mis compañeros de trabajo, especialmente a mi jefe “I will start charging you for Spanish lessons” porque les hablo todo el día en español. Expresiones como "hola", "Sí", "Listo", "Mentiras", "Espérate", "Vamos", ya las entienden en el día a día, antes les daba risa o ternura, hoy en día ya están acostumbrados. Yo aquí no trabajo en inglés, como le dije a mi jefe “I am excelling the Spanglish”.

Se preguntaba mi hermana de Londres después de verme interactuar con mis compañeros de trabajo en mi celebración de cumpleaños:

—¿Si te das cuenta? —le decía al esposo — ¿Por qué Andrea le está hablando a todo su equipo de trabajo en español? y ¿Por qué le entienden?”

Y es que no es español, como dije antes es Spanglish el idioma que hablo con mis interlocutores ingleses, las frases se componen de: 1. El contenido principal en inglés y 2. Los conectores y expresiones emotivas en español algo así: "Si, I was thinking that we could do X. No espera, maybe let’s ask this person first? Do you agree? ¡Listo! 

Ahora, la pregunta es por qué. No soy la única Colombiana trabajando en Londres, amigos y amigas ya han adoptado sin dificultad las groserías y modismos locales, y yo en cambio insisto en usar los míos, los colombianos hablando en inglés ¿Por qué?

Estaba escuchando a Diana Uribe. Ella contaba que el lenguaje, para algunos pueblos, a sido su única forma de sobrevivir, Gales, por ejemplo. También dijo algo que me quedó sonando “… la expresión de las emociones y la noción del mundo… es lo que significa una lengua materna”. Y como siempre Diana Uribe me ilumina. Entiendo por qué cuando escucho una mala noticia no digo “Bloody Hell” que, sería el equivalente al "Ay jueputa" aquí, en el lugar en el que vivo, entiendo que con el “Ay jueputa” no busco comunicarme, más bien busco expresar mis emociones. Lo digo sin pena y en voz alta, como mantra de liberación emocional. Sí, para mí las groserías son tan útiles precisamente por su efecto de bálsamo emocional. Y es un bálsamo para mí, en mi idioma, me hablo a mí misma, y yo me comunico conmigo, en español. Porque qué retahíla con este tema de la añoranza y agarrarme con las uñas a mi hogar y no dejarlo ir por más de que esté lejos.

Inicialmente, pensaba que se debía exclusivamente un ejercicio de ahorro de capacidad mental, una decisión intencionada de usar esas expresiones automáticas en español para ahorrar memoria RAM de mi cabeza y no llegar como un trapo a la casa en la noche. También entiendo que ahí en esa decisión, hay algo más, algo que huele al sancocho de Chemi, a los cafecitos con mi papá y a la torta W de Myriam Camhi.

Insistir en no soltar mis palabras y sonar como Sofía Vergara hace parte de un esfuerzo intencionado de no soltar mis raíces. De regresar a mi hogar con un "jueputa", en un microsegundo de viaje en el espacio, a ese lugar que me formó. Es mi lengua madre como decía Diana Uribe, el idioma en el que aprendí a amar y a odiar, a mamar galló y criticar. Expresiones que son fundacionales para mí y que en el idioma en el que ahora debo hablar para comunicarme no existen.

Me aferro a mis Ays, hijueputazos, holas y listos como si fuesen un ancla que me sostienen en mis bases. Son las raíces que se quedaron dentro de mí y que no estoy dispuesta a dejar de nutrir. El idioma es de los pocos pedacitos de casa que van con uno a donde uno vaya, unos eligen dejarlos atrás, y usar las expresiones con las que crecieron únicamente cuando tienen que hacerlo porque están con las personas que vienen del mismo lugar. Yo, en cambio, me aferro, fuerte, a mi lengua madre, al español rolo, los que decimos marica como signo de puntuación, los que decimos que Go-No-Rrea así en pedacitos para acentuar algo que nos parece muy grave. “Qué voltaje” para lo que más o menos. Y "paila" para algo que no tanto. ¡Incluso he llegado a adquirir e incorporar nuevos colombianismos que me parecen divinos! "Chupar frío", por ejemplo, se la escuché a un amigo español y ahora la uso cada vez que puedo. "Estoy azarada" y "manda güevo" de mis amigos costeños.

Mi español rolo. Mi música de Camilo, Karol G y Maluma. Mi ritmo. Son de los muy escasos pedacitos de casa que me pude traer y ni por el putas estoy dispuesta a dejarlos atrás, por muy Londres, Esmirna, Florencia, St John’s, que este, mi casa es mi casa. Esos cuantos ladrillos fundacionales que sí me puedo echar al hombro, me los llevo a donde esté.

 
 
 

Comentarios


bottom of page